sábado, 18 de junio de 2011

Instantes

         Julio dio otra pitada a su cigarrillo y me clavó su mirada penetrante de ojos enormes y negros. Luego despidió el humo de una sola y suave bocanada que salió lentamente a través de sus labios carnosos.  Nunca pude sostener esa mirada más de dos segundos, un calor me invadía todo el cuerpo y llegaba a mis mejillas, delatando todo lo que sentía por él: una mezcla de lujuria y ternura que por alguna razón me empeñaba en negar, nunca supe bien porqué.Ese día estábamos en su auto, en la puerta de mi casa, yo a punto de bajar con parte de un centro de mesa del casamiento del que volvíamos en mis manos. Él, amablemente pero con sus siempre dobles intenciones, se había ofrecido a llevarme a mi casa. Lamentablemente para mí en ese momento aunque afortunadamente en realidad, me había quedado sin ninguna otra opción.  Mis manos temblaron durante todo el recorrido y mi corazón latía tan fuerte que por momentos creía que podía escucharse.

        ¿Qué hubiera pasado? siempre me pregunto y me atormenta pensarlo, ¿Qué hubiera pasado si en vez de sostener esa mirada un segundo más me hubiera bajado del auto? Todavía recuerdo como entre sueños el segundo último en que tiró el cigarrillo por la ventana, me tomó de la nuca y me besó tan apasionadamente que un golpe de sensaciones me recorrió el cuerpo como un latigazo. Ese fue el instante decisivo y todavía no sé como hallé el valor de sostener su mirada. Fue sólo un segundo el que ese día finalmente logré dejar pasar y él lo supo aprovechar muy bien. Me atormenta pensar qué hubiera sucedido si hubiese desviado mi mirada como siempre lo hacía y me hubiese bajado del auto. Se me hiela la sangre de pensar que quizás él  no estaría hoy aquí sobre mi cama, y yo mirando como el amanecer entra suave por la ventana y  se posa sobre su espalda y su perfil. Observo esta escena como en un sueño que se me proyecta en blanco y negro, sin ningún color que me distraiga de enfocar mis cinco sentidos en esa imagen: la de él sobre mis sábanas, tan sereno y tan hermoso. Como presa de un hechizo comienzo a acariciar su pelo y su frente. El solo contacto con su piel me transmite una energía y un calor que se traducen en tal paz y plenitud de mi alma que a menudo me asusta.

          De pronto escucho el sonido del estúpido despertador. Empieza a hacerse cada vez más fuerte hasta que rompe con toda la magia del momento y se despiertan todos los colores de la habitación. Con ellos se despierta él, que con una sonrisa y un beso en los labios, me devuelve el buen humor. Un suspiro involuntario nace en el fondo de mi pecho y me atrevo a pensar por primera vez en lo feliz que soy cuando estoy cerca suyo.  ¿Que hubiera sido de mi vida si aquel día no hubiese tenido el valor de esperar un segundo más? En el fondo de mi ser, sé que de alguna u otra forma hubiésemos terminado juntos, que él es para mí, que estaba escrito en el destino. ¿Pero, y si no fuera así? ¿si ese instante decisivo no hubiera ocurrido jamás, estaríamos  verdaderamente juntos hoy y aquí? Mi piel comienza a erizarse con este último pensamiento. Decido arrancarlo de cuajo de mi mente de una vez por todas. A partir de este instante en adelante, me propongo disfrutar a pleno de lo que sé que es mío y que me pertenece por derecho y por destino.

         Me levanto y le preparo el desayuno. Café, jugo de naranjas y tostadas. Me encanta compartir este momento del día con él. Luego nos vamos a trabajar al mismo lugar donde nos conocimos. Entrando de la mano por los pasillos, nos cruzamos con Vanesa. Intercambiamos un "Buendía" cordial pero distante. Ya no tenemos tanto contacto con ella como cuando trabajábamos todos juntos, en las épocas del casamiento del jefe, al que ella fue con un ex novio muy simpático y divertido. Fue tragedia que al poco tiempo terminaran.

         Con un beso y un abrazo nos despedimos en el pasillo. No veo la hora de volverlo a ver a la salida. Pero sé que es una suerte que no compartamos oficina como antes, no soportaría las ganas de abrazarlo.

         Camino a mi oficina comienzo a escucho un sonido que no logro distinguir. Empieza a hacerse más y más fuerte aturdiendo mis oídos. Miro a mi alrededor, veo que todos están alarmados y comienzo a asustarme. El sonido se hace cada vez más fuerte, hasta que rompe con toda la magia del momento y despierto a mi habitación llena de colores.

         Me preparo el desayuno y me voy a trabajar al mismo lugar donde nos conocimos. Al ingresar me cruzo con Julio y Vanesa que van entrando de la mano. Intercambiamos un "Buendía" cordial pero distante. Ya no tengo tanto contacto con ellos como cuando trabajábamos todos juntos, en las épocas del casamiento del jefe, al que ella fue con un ex novio muy simpático y divertido. Fue tragedia que al poco tiempo terminaran.

         Se dirigen de la mano al otro extremo del pasillo. No veo la hora de volverlo a ver a la salida. Pero sé que es una suerte que no comparta oficina con él como antes, no soportaría las ganas de abrazarlo. 


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